1. Arriesgarse a vivir
Las persona necesitamos sentirnos seguras, llenas de certeza sobre cada cosa nueva que queremos hacer, sobre cada decisión que hay que tomar, nos llena de miedo la idea de fracasar, de cambiar el rumbo, la incertidumbre que surge ante la duda. Creemos que es mejor permanecer rodeado de las cosas que conocemos, del lugar donde estamos, y eso está bien, si nos encontramos felices con la vida que llevamos, pero si por el contrario no nos sentimos bien y el pavor es lo que nos hace seguir adelante en un camino que no queremos, es el momento de detenerse y cambiar la ruta.
Los riesgos hacen parte de la vida y es mediante ellos es que podemos cambiar el curso de nuestra historia. Nos puede resultar atemorizante tomar una decisión equivocada, pero al pensar esto ya estamos predisponiéndonos al cambio, pensándolo en negativo. Y si solo acudimos a los lugares que conocemos ¿cómo nos daremos la oportunidad de que nos gusten otros? ¿cómo aprenderemos si no estamos dispuestos a equivocarnos? ¿cómo volaremos si no nos atrevemos ni siquiera a caminar? Muchas veces nuestra vida necesita salir de su zona de confort para conquistar nuevas tierras, dirigirse a los sueños y crecer.
Debemos estar conscientes que cada decisión implica un riesgo y antes de aventurarnos a elegir, debemos evaluar todos los aspectos tanto negativos como positivos y llevar la balanza hacia el lado de nuestro bienestar. No es un asunto de decidir acelerada o impulsivamente, es cuestión de no temer decidir, de hacerle caso al corazón y a su sabiduría.
La vida necesita movimiento, ser impulsada por nosotros mismos, tanta quietud puede hacernos olvidar de los anhelos que tenemos y de las verdaderas cosas que nos alegran. Muchas veces escoger el camino seguro no siempre será el que nos hará realmente feliz, posiblemente será cómodo y el más fácil en ocasiones. Pero nunca la comodidad del presente puede sobreponerse a las posibilidades que tenemos de sembrar un mejor futuro. Algunos cambios que hacemos resultaran difíciles al comienzo, la adaptación puede ser espinosa, pero crecer como personas valdrá siempre la pena.
Arriesgarse a vivir no es solo arriesgarse a tomar decisiones, no es solo cambiar lo que estamos haciendo, es cambiarnos también a nosotros mismos, es tomar las determinaciones necesarias que nos hagan mejores, es emprender viajes motivantes, es conocer personas que alegren y nutran nuestra existencia, es aprender a enfrentar el miedo, es hacer valer nuestras ideas, es que no te importen las opiniones mal intencionadas de los otros, es ser autónomos y entender que somos protagonistas de nuestra vida y que solo tenemos una.
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